Del terreno de juego al voluntariado
Miguel Lloyd y Junior Fajardo han dejado a un lado su participación en el terreno de juego para trabajar como voluntarios en Santiago de los Caballeros
Ambos confían en que este Mundial sirva para motivar a las futuras generaciones a empezar a jugar al fútbol
Fajardo: "Siempre me ha gustado el fútbol. Es mi vida, mi pasión".
En la República Dominicana, el fútbol se ha puesto de moda. En un país en el que el béisbol suele ser el deporte rey, Lloyd, un conocido guardameta, y Fajardo, árbitro de profesión, no sólo disfrutan viendo la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA República Dominicana 2024™ en su propio país, sino que también hacen honor a su amor por el deporte rey ofreciéndose como voluntarios.
Miguel Lloyd es un guardameta muy conocido en el país caribeño. El guardameta del Cibao FC y de la selección nacional es alto, dominante y tiene buen ojo para los detalles. En el campo, su trabajo es sencillo: mantener la portería a cero, leer el juego y estar un paso por delante del rival.
Pero esta vez, como voluntario, Miguel ha decidido hacer algo un poco diferente. Está colaborando entre bastidores en la Copa Mundial para obtener una perspectiva diferente del juego. "Lo que más me llamó la atención fue la oportunidad de vivir un Mundial en mi propio país. Me llena de orgullo".
Cuando Miguel decidió que quería ser voluntario, sabía que su papel sería mucho menos glamuroso que estar en el campo, entre los palos y enfrentándose a once rivales. "Como jugador, siempre estás centrado en el juego en sí, pero hay muchas cosas entre bastidores que no se ven", afirma. En este Mundial, Miguel es responsable de algo que se ha convertido en fundamental para el juego: la tecnología y la innovación.
Su trabajo consiste en asegurarse de que todo lo que hace posible la magia del juego funcione a la perfección: las cámaras, los auriculares del árbitro, la señal entre los banquillos de los equipos y el terreno de juego.
"Llego pronto, sobre las once de la mañana, y me aseguro de que todo funciona como debe", explica. Aquí no hay adrenalina, ni aficionados, ni cánticos retumbando en el estadio, como suele haber cuando hace una parada. Sin embargo, hay mucha dedicación y un profundo deseo de aprender. "Lo que más me gusta es aprender todo lo que conlleva organizar un partido de fútbol y conocer gente nueva. Hay mucha gente de distintos países que me ha tratado con el máximo respeto, y a mí me gusta tratarles también con respeto y seguir aprendiendo".
El voluntariado como forma de rehabilitación
También está Junior Fajardo. Árbitro y propietario de una pequeña tapicería de coches. Hace sólo un mes sufrió un derrame cerebral. Ahora, contra todo pronóstico, es voluntario en Santiago de los Caballeros.
"Aquel día me levanté a las 9 de la mañana y me despedí de mi mujer. Cariño, me voy a trabajar", dice, haciendo una pausa para hacer balance de todo el torbellino de emociones que le recuerda aquel día. "Luego, sobre las diez de la noche, me desperté en el hospital sin la menor idea de lo que había pasado".
El recuerdo de Junior de aquel día es todavía un poco borroso, así que nos cuenta lo que su mujer le dijo que había pasado. "Me dijo que después de despedirme de ella tuve un ataque epiléptico. Llamó al 911, vinieron los paramédicos y me llevaron al hospital".
Un mes después, y con un diagnóstico que le obligaba a guardar reposo, Junior decidió hacerse voluntario. A su familia no le entusiasmó su decisión. Pero él insistió, habló con su médico y le explicó que la función no sería extenuante. "Le conté lo que haría como voluntario y me dijo que estaría bien, que no habría ningún problema y que incluso sería una buena terapia para mi cerebro".
"Siempre me ha gustado el fútbol. Es mi vida, mi pasión, es lo que amo", dice Junior, explicando su devoción de toda la vida por el juego. "El fútbol me ha dado tanto que decidí devolverle algo siendo voluntario en este Mundial".
Para Miguel es un orgullo enorme, saber que cada minuto que pasa en este evento es una contribución a algo mucho más grande. "Me lo estoy pasando en grande, tener un Mundial en casa es algo muy especial, aunque algunos han intentado restarle importancia diciendo que sólo es un Mundial Femenino Sub-17, pero para mí es tan importante como cualquier otro Mundial."
Esperanzas y sueños para el futuro
Ambos han descubierto que el voluntariado en este torneo es mucho más que un lugar donde ofrecer su tiempo, es también una oportunidad para dejar huella.
"Este Mundial tendrá un impacto enorme. Conseguirá que más chicas se interesen por este deporte y que más gente de la República Dominicana se interese por él", afirma Miguel, mirando al futuro con la esperanza de quien ha visto cumplidos sus propios sueños.
Para Junior, esta experiencia es también una forma de ayudarle a recuperarse tras sus problemas de salud, porque aunque su cuerpo a veces le falla, su estado de ánimo sigue totalmente intacto. "Empecé trabajando en la parte de acreditaciones y, a medida que avanzaba el torneo y el trabajo en ese departamento empezaba a disminuir, desde entonces me han asignado a donde más me necesiten un día cualquiera", dice con una sonrisa en la cara.
En el campo, donde ambos juegan desde una nueva perspectiva, Miguel y Junior han encontrado la manera de honrar el juego. Lo hacen con una dedicación silenciosa, con la misma pasión que muestra un portero bajo los palos o un árbitro cuando hace sonar su silbato. Lo hacen porque, al fin y al cabo, para ellos el fútbol es mucho más que un juego, forma parte de la historia de su vida.